HOMILÍA 6º domingo TIEMPO ORDINARIO, CICLO B, 12 DE FEBRERO DE 2012
Estamos habituados a escuchar: Aire puro, agua
pura, cuerpo puro, vida sana… Parecieran aspiraciones modernas en medio de la
contaminación de la indiferencia, la fragmentación, la concesión indiscriminada,
de la persona y de la sociedad.
Un ambiente puro frente al frenesí, un ambiente
puro frente a la decadencia de un ritmo de vida que nos vuelve impuros, un
ambiente puro frente a la contaminación ambiental generalizada escape donde se escape.
Son la expresión inacabada de una necesidad que se impone por sí misma al
hombre si no queremos caer en la desintegración personal y comunitaria.
Pero, ¿que
es la pureza? y aún ¿qué es la
impureza? y más aún ¿qué nos hace
puros? ¿qué nos hace impuros? y
porque no ¿es un anhelo original del
hombre o un imaginario impuesto desde afuera?
Puro es lo original. Es lo que está en el
origen y se mantiene como en el origen en el transcurrir. La pureza es pues un
estado permanente que subyace en la medida que se mantiene enraizada con su
origen y se actualiza perdurando en el paso del tiempo. Puro no es lo que se
guarda sino lo que es siempre el mismo, dicho por la negativa, lo que no se
corrompe, lo que no pierde vida ni vigencia.
Estamos frente a la pureza humana, no frente a
la pureza moral, estamos frente a la pureza existencial, no ante la pureza de
conductas, estamos frente a la pureza de la persona, no ante la pureza
subjetiva. Esa pureza vive entre nosotros en Jesús el Puro.
Puro, puro… proclaman los que conocen a Jesús.
Lo viejo a pasado, lo nuevo está entre nosotros. El ex leproso grita y grita a
nuestra conciencia, a nuestras preguntas: Puro, puro… no yo, sino Él… Nuestra
mirada ha de volverse hacia Jesús para comprender este anuncio irrefrenable
frente a nuestras propias preguntas.
Aquí es donde debemos volver a Jesús y el
leproso. Si el contacto físico con Jesús histórico fue sanante y fuente de
pureza para el leproso, ¡cuánto más lo será el contacto espiritual con Jesús
muerto y resucitado, glorificado junto al Padre!
Es esa relación con Jesús la que nos hace
puros. Él irradia una renovación de toda nuestra persona cuando nos ponemos en
un contacto vivo.
Ese contacto vivo que nos hace puros, comienza
con el movimiento de ir hacia Jesús en actitud de súplica confiada, en una
oración expresada a Dios con claridad y desprendimiento en el silencio del
corazón. Que se construye en una conciencia pura que proviene de aquel que
aprendió de su propio sufrimiento a mantenerse en comunión de vida con Dios más
allá de todo sufrimiento humano, social o religioso.
Sigue en la actitud orante de poner toda
nuestra persona de rodillas, en postración, ante el Puro, el Inocente, la
Fuente de la Sanidad: Jesús. Va directo a la cercanía de Jesús con estera confianza
porque ninguna mirada externa afecta su mirada interior. LO que está por dentro
puro lo guía hacia Jesús. Lo que está íntegro en nuestro interior nos guía
hacia Jesús.
Entonces sí, sale por los labios lo que se
guardaba en el corazón: "Si quieres, puedes purificarme". Así expresamos
la pureza inicial de la fe, la pureza inicial de la esperanza, y la pureza inicial
de la caridad.
Continúa con el movimiento de la compasión de
Jesús no ante nuestra miseria sino, ante nuestra humildad y disponibilidad.
Y sigue por los gestos de Jesús de
disponibilidad de toda su persona a la nuestra: extendiendo sus manos, tocándonos,
y diciéndonos claramente su querer. Jesús reproduce los gestos y las palabras
del Padre Creador: "Lo quiero, queda purificado". Así alcanzamos
la pureza total de la fe, la pureza total de la esperanza, y la pureza total de
la caridad.
La voluntad humana se ha encontrado con la
voluntad divina de Jesús, y de esa Comunión surge un hombre limpio, nuevo.
Hoy, la Palabra pura de Dios cuya expresión máxima
es Jesús busca nuestro anhelo más profundo de pureza para colmarlo. El Cuerpo y
la Sangre pura de Jesús Resucitado, busca tocarme en todo mi ser y perfeccionar
nuestro anhelo de pureza y hacernos una nueva creatura que cante sus
maravillas.
P. Sergio Pablo Beliera
No hay comentarios:
Publicar un comentario
"Solo lo que construye merece ser dicho y escrito"