Homilía Solemnidad de la Epifanía del Señor,
Ciclo C, 6 de enero de 2013
Cuando miramos a nuestro alrededor en esta Navidad, ¿qué encontramos? ¿qué vemos a nuestro
alrededor?
Cuando observamos nuestro entorno en esta Navidad, ¿qué podemos decir sobre lo que se celebra?
Nuestra ciudad celebra, pero, ¿conoce
lo que celebra? ¿celebra lo que la celebración significa? O, ¿celebramos sin celebrar, celebrándonos a
nosotros mismos simplemente?
Puede ser que nuestra ciudad haya perdido la dimensión de la Presencia
de lo que se ha manifestado: “…encontraron al niño con María, su madre…”
Pero no buscamos condenar a nuestra ciudad y su gente, buscamos reconocerla,
percibirla en su más pura realidad. Queremos saber con crudeza en que está y
como está. Más aún, necesitamos y nos es imprescindible mirar a nuestro
alrededor y observar más allá de nosotros mismos y ver lo que es tal cual es,
porque eso mismo está haciendo el Señor.
Somos los profetas de la esperanza, que hemos conocido “por
medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio”.
Nosotros mismos hemos sido sorprendidos por una estrella que en medio de la
noche brilla y nos conduce: “Cuando vieron la estrella se llenaron de
alegría y, al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y
postrándose, le rindieron homenaje.” Llenos de alegría hemos entrado en
la casa de la aceptación y asimilación de un Dios con nosotros que se
manifiesta en la pequeñez, que hoy experimentamos en la Palabra proclamada y
guardada en el corazón; en la Eucaristía celebrada, comulgada y adorada como
presencia viva del Dios Encarnado y Glorificado que nos da Vida en abundancia.
Somos los profetas de la esperanza, que hemos sido sorprendidos por
el regalo del don que nos permite ver la estrella que nos guía y vivir la
experiencia de los que: “…encontraron al niño con María, su madre, y
postrándose, le rindieron homenaje.” Encontrar al Niño… Postrarse ante
el Niño… Rendirle nuestro homenaje de amor al Niño… Todo un programa de vida
espiritual cotidiana.
Como los magos de Oriente, hemos recorrido un largo camino
sorprendidos por una estrella que nos guía a Jesús recostado en un pesebre en
presencia de María. Y como nosotros pudimos hacer la experiencia de esta
sorpresa, creemos que otros pueden hacerlo también, porque: “Este
misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia,
son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo
Jesús, por medio del Evangelio.”
La ciudad y su gente, que celebra sin celebrar el misterio profundo
del Nacimiento entre los hombres de Dios en el Niño Jesús, es la ciudad y su
gente que necesita de este anuncio, que necesita dejarse sorprender por este
anuncio, que necesita la insistencia de este anuncio en medio de la oscuridad.
No son los que tienen fe los que necesitan el anuncio de una profecía cumplida,
sino el mundo de los hombres sin fe, sin esperanza más que en sí mismos. Es ese
mundo cerrado sobre sí mismos y sus preocupaciones, que lejos de querer
rendirle homenaje a su Salvador y Rey, tiene segundas intenciones de quitárselo
de en medio porque solo podrá reinar uno: o Él o nosotros. Todos somos algo de
Herodes, no lo olvidemos. Hay muchos Herodes aún vivos que traman como
permanecer en su reinado, que ha sido ocupado por su legítimo heredero, Jesús.
Creativos, prevenidos como los magos de Oriente, los creyentes de
esta hora debemos saber continuar el camino. Visionarios y advertidos como los
magos de Oriente, los adoradores de esta este hora, debemos volver a nuestra
tierra cotidiana sin perder esta presencia que hemos encontrado y adorado.
Alegrémonos en este día de la manifestación de Dios en el Niño Jesús
y dejémonos llevar por: “Mira a tu alrededor y observa: todos se han
reunido y vienen hacia ti… encontraron al niño con María, su madre, y
postrándose, le rindieron homenaje.” Y a pesar que faltan muchos de los
que han sido llamados a dejarse llevar por la estrella de Oriente, lejos de
desesperar, fortalecidos por la íntima comunión de Amor con el Niño Jesús y
María, celebremos ante la ciudad y sus habitantes la Presencia que se
manifiesta y no se oculta ya al que la quiere recibir, enteramente disponible
para quien la quiere acoger y quiere entrar en la casa del Evangelio.
Señor Jesús, llévame por tu
estrella hasta tu Presencia… Reúne a todos entorno a Ti, que todos vayan hacia
Ti y en una unidad inaudita nos alegremos entrando en tu casa.
P. Sergio-Pablo Beliera
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