martes, 8 de enero de 2013

Homilía Solemnidad de la Epifanía del Señor, Ciclo C, 6 de enero de 2013


Homilía Solemnidad de la Epifanía del Señor, Ciclo C, 6 de enero de 2013
Cuando miramos a nuestro alrededor en esta Navidad, ¿qué encontramos? ¿qué vemos a nuestro alrededor?
Cuando observamos nuestro entorno en esta Navidad, ¿qué podemos decir sobre lo que se celebra?
Nuestra ciudad celebra, pero, ¿conoce lo que celebra? ¿celebra lo que la celebración significa? O, ¿celebramos sin celebrar, celebrándonos a nosotros mismos simplemente?
Puede ser que nuestra ciudad haya perdido la dimensión de la Presencia de lo que se ha manifestado: “…encontraron al niño con María, su madre…” Pero no buscamos condenar a nuestra ciudad y su gente, buscamos reconocerla, percibirla en su más pura realidad. Queremos saber con crudeza en que está y como está. Más aún, necesitamos y nos es imprescindible mirar a nuestro alrededor y observar más allá de nosotros mismos y ver lo que es tal cual es, porque eso mismo está haciendo el Señor.
Somos los profetas de la esperanza, que hemos conocido “por medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio”. Nosotros mismos hemos sido sorprendidos por una estrella que en medio de la noche brilla y nos conduce: “Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría y, al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje.” Llenos de alegría hemos entrado en la casa de la aceptación y asimilación de un Dios con nosotros que se manifiesta en la pequeñez, que hoy experimentamos en la Palabra proclamada y guardada en el corazón; en la Eucaristía celebrada, comulgada y adorada como presencia viva del Dios Encarnado y Glorificado que nos da Vida en abundancia.
Somos los profetas de la esperanza, que hemos sido sorprendidos por el regalo del don que nos permite ver la estrella que nos guía y vivir la experiencia de los que: “…encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje.” Encontrar al Niño… Postrarse ante el Niño… Rendirle nuestro homenaje de amor al Niño… Todo un programa de vida espiritual cotidiana.
Como los magos de Oriente, hemos recorrido un largo camino sorprendidos por una estrella que nos guía a Jesús recostado en un pesebre en presencia de María. Y como nosotros pudimos hacer la experiencia de esta sorpresa, creemos que otros pueden hacerlo también, porque: “Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio.”
La ciudad y su gente, que celebra sin celebrar el misterio profundo del Nacimiento entre los hombres de Dios en el Niño Jesús, es la ciudad y su gente que necesita de este anuncio, que necesita dejarse sorprender por este anuncio, que necesita la insistencia de este anuncio en medio de la oscuridad. No son los que tienen fe los que necesitan el anuncio de una profecía cumplida, sino el mundo de los hombres sin fe, sin esperanza más que en sí mismos. Es ese mundo cerrado sobre sí mismos y sus preocupaciones, que lejos de querer rendirle homenaje a su Salvador y Rey, tiene segundas intenciones de quitárselo de en medio porque solo podrá reinar uno: o Él o nosotros. Todos somos algo de Herodes, no lo olvidemos. Hay muchos Herodes aún vivos que traman como permanecer en su reinado, que ha sido ocupado por su legítimo heredero, Jesús.
Creativos, prevenidos como los magos de Oriente, los creyentes de esta hora debemos saber continuar el camino. Visionarios y advertidos como los magos de Oriente, los adoradores de esta este hora, debemos volver a nuestra tierra cotidiana sin perder esta presencia que hemos encontrado y adorado.
Alegrémonos en este día de la manifestación de Dios en el Niño Jesús y dejémonos llevar por: “Mira a tu alrededor y observa: todos se han reunido y vienen hacia ti… encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje.” Y a pesar que faltan muchos de los que han sido llamados a dejarse llevar por la estrella de Oriente, lejos de desesperar, fortalecidos por la íntima comunión de Amor con el Niño Jesús y María, celebremos ante la ciudad y sus habitantes la Presencia que se manifiesta y no se oculta ya al que la quiere recibir, enteramente disponible para quien la quiere acoger y quiere entrar en la casa del Evangelio.
Señor Jesús, llévame por tu estrella hasta tu Presencia… Reúne a todos entorno a Ti, que todos vayan hacia Ti y en una unidad inaudita nos alegremos entrando en tu casa.

P. Sergio-Pablo Beliera

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