Homilía Misa del día Navidad del Señor Jesús, Ciclo C, 25
de diciembre de 2012
“La Palabra era la luz verdadera que, al
venir a este mundo, ilumina a todo hombre.”
Hoy celebramos a esta Palabra que es Luz, que
vino a este mundo e ilumina a todo hombre. Jesús es esa Palabra que ilumina,
pero esa Palabra que ilumina no lo hace sin venir a este mundo. Jesús hoy ha
venido al mundo y permanece en el mundo como el que ha venido al mundo, como el
que ha salido al encuentro del mundo. Muchos huyen del mundo, sin embargo Jesús
la Palabra viene al mundo. Y no solo viene sino que viene e ilumina a todo
hombre. Esa es su intención. Su deseo más profundo y claro es iluminarnos con
su presencia.
Y para quienes estamos en el mundo, la llamada
es a imitar el movimiento de esta Palabra que es Jesús, que viene al mundo a
traer Luz. Estamos llamados a venir a el mundo y a servirlo con la Palabra que
ilumina el mundo. No nos servimos del mundo sino que servimos al mundo como
Jesús. Somos servidores de la Palabra de Luz, de la Luz de la Palabra, que
ilumina a todo hombre sin distinción. El mundo vive en la división y los que somos
creyentes que Jesús como Palabra ilumina a todo hombre, no podemos privar de
esta Luz y de esta Palabra a ningún hombre. La humanidad necesita la Comunión
de esta Palabra que ilumina a todo hombre sin distinción.
Pero, aún cuando Jesús ha venido a darse como
Palabra que ilumina a los hombres, vive el drama del rechazo: “Ella
estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la
conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.” Misterioso
rechazo de la humanidad que somos cada uno de nosotros. Sin embargo Dios no
detiene la Historia que esta decidido a sostener y continuar. Somos hechos por
Jesús, Palabra que ilumina, sin embargo muchas veces lo desconocemos como el
que esta entré nosotros como Palabra y Luz y nos hace a nosotros palabra y luz.
El que hoy nace en la Historia es hacedor
de la misma y en eso consiste su locura de amor, que desconocemos porque, no se
conduce en la historia como nosotros. Viene a nosotros a pesar de nosotros y eso
es nuestra paz. No lo recibimos pero no deja de venir, no nos priva de su
presencia. Sin su Presencia el mundo, nosotros, quedamos sin su sustento.
Ningún rechazo humano es total y por eso como
proclama el Evangelio: “Pero a todos los que la recibieron, a los
que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos
no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del
hombre, sino que fueron engendrados por Dios.” El engendrado por Dios
en el seno virginal de María, es engendrado por la fe virgen en mí, en nosotros
la Iglesia, y así este Jesús que es engendrado en mí, en nosotros la Iglesia,
nos engendra a una vida nueva de hijos de Dios. Solo podemos ser hijos de Dios
porque el Hijo de Dios ha nacido entre nosotros y en nosotros. Misterio medular
de la existencia en la fe.
La Navidad es así no solo el Nacimiento de
Jesucristo, sino mi nacimiento, nuestro nacimiento en Jesucristo y con
Jesucristo.
Es así que “Y la Palabra
se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la
gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.” Misterio de lo Eterno entrando en el espacio de lo temporal. Misterio
de lo Eterno entrando en mi espacio y en mi tiempo. Haciéndose carne, de
nuestra misma condición humana. Viviendo enteramente la condición humana para
manifestar desde ella la gloria, la gracia y la verdad, que nos han sido
accesibles porque habitó entre nosotros. Misterio de fe, el Hijo Eterno del
Padre, Amado, Voluntad plena y total del Padre del quien lo recibe todo y a
quien todo lo da, vive entre nosotros. Habita entre nosotros y a la vez nos
habita a nosotros porque “todos
los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar
a ser hijos de Dios”.
Hoy nosotros somos hijos de Dios, no
figurativamente sino porque verdaderamente hemos sido engendrados en el seno
virginal de María con Jesús y hemos nacido con Él por la gracia, para vivir con
Jesús, Palabra, Luz y Vida para Dios y nuestros hermanos.
Navidad de Jesús, Navidad de los hombres, una
sola realidad en un solo misterio de amor insondable que permanece abierto para
ser acogido por todo hombre ayer, hoy y siempre.
Gritemos al mundo en la fe: “¡Qué hermosos son
sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia, del que proclama la
paz, del que anuncia la felicidad, del que proclama la salvación…!”
P. Sergio Pablo Beliera
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