Los
relatos de la Resurrección de Jesús, son muy ricos porque, reproducen una
experiencia muy vivida y vivida sin demasiada comprensión. Lo cual es ya un
anuncia para nosotros que recibimos este testimonio, creemos pero no por la
fuerza de unos relatos elaborados por la racionalizad de querer convencer, sino
por la alegría de querer dar testimonio de la superación de toda mera
comprensión racional o afectiva de semejante acontecimiento, de dimensiones
únicas.
Un
verbo quiero rescatar hoy, para hacer nuestra esta experiencia de Jesús
Resucitado. Es el verbo correr… Es Pedro quien corre. Corre después de haber
recibido el testimonio de las mujeres, que como tales tenía todo muy bien
previsto para embalsamar a su Maestro Jesús. Pedro, al escuchar el relato de la
situación imprevista vivida por las mujeres corre hacia el sepulcro.
Es
nuestra primera reacción frente a un anuncio semejante, correr… y corremos
hacia el sepulcro… corremos para corroborar… para comprobar lo que se nos
refiere… corremos y al ver las cosas tal cual se nos han transmitido, habiendo
hecho nosotros la experiencia, ya no volvemos a los nuestros de la misma
manera.
El
creyente en la resurrección de Jesús, como nosotros en esta mañana, corre
movido por un testimonio vivo de una multitud de creyentes que nos han
precedido y nos acompañan en el presente.
Este
correr con ansias para ver que ha sucedido verdaderamente es un signo vivo que
el Señor Jesús, no ha pasado de manera indiferente por nuestras vidas hasta
ahora. Corremos porque ansiamos encontrarnos.
No
corremos en vano, corremos hacia el mismo Señor… La fe en la resurrección es un
movimiento apresurado hacia el Señor. La fe en la resurrección de Jesús, le da
a nuestras vidas ese movimiento que el miedo y el derrotismo de tantos
acontecimientos adversos quieren impregnarnos. Correr como discípulos de Jesús
Resucitado es una acción de enamorados. Nos apresuramos a ver al que nos ama y
al que amamos.
La
tibieza de los incrédulos, los razonamientos fríos, la pura emotividad,
necesitan de la experiencia de ponerse a la carrera para ver que es lo que ha
pasado con el Señor Jesús, que ya no está entre los muertos, entre las
experiencias de muerte, sino que Vive y vive entre los vivientes.
Por
eso, la primera expresión que debemos rescatar de nuestra fe en Jesús
Resucitado es la del testimonio vivo, apresurado, urgente… y además admirado.
Porque quien se ha apresurado a ver que es esa experiencia de Jesús Resucitado,
vuelve admirado, despabilado de la experiencia gris y tristona de los que no
los mueve nada que no les sea conocido y dominable.
Creamos
y corramos con una multitud de mujeres y hombres porque: «Es necesario que el Hijo del
Hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que
resucite al tercer día». Y así fue, es y será por los siglos de los
siglos.
P.
Sergio-Pablo Beliera
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