Homilía 12º Domingo Tiempo Ordinario,
Ciclo C, 23 de junio de 2013
¿Cuál es
el verdadero conocimiento de Dios?
¿Dónde
y de que manera el hombre se puede proveer de el y alcanzarlo?
¿De
qué materia está hecho el conocimiento de Dios?
Seguramente que ígnea, de fuego…
El hombre recurre en primer lugar a la fuente
de la comparación, así: "Ellos le respondieron: «Unos dicen que
eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas
que ha resucitado»." Aquí no se encuentra a Dios mismo sino a sus
mensajeros. Nos quedamos aún con hambre...
En segundo lugar el hombre recurre a lo que ha
escuchado a Jesús decir de sí mismo. Así lo que Dios hace decir por los
ángeles: "Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el
Mesías, el Señor." Lc 2,11. Y también: "El Espíritu del Señor está
sobre mí, porque me ha consagrado por la unción." Lc 4,18
Y de ahí que con Pedro podamos decir hoy: "«Tú
eres el Mesías de Dios»." Él Ungido, él Enviado de Dios, no
comparable con ninguno, único e insustituible.
Y cuando el hambre parecía estar satisfecha,
sucede que el mismo que pregunta, nos manda hacer silencio y nos revela por sus
propias palabras lo que sólo por Él podemos saber de Él, una especie de auto
pregunta implícita: ¿quien digo yo por mí
mismo quien soy? Y una auto respuesta sorprendente: "«El hijo del hombre, les
dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y
los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día»."
Esta es la profesión de fe de Jesús, que siempre deberá acompañar y completar nuestra
profesión de fe, como lo hace hoy con Pedro.
Pero aún nos falta un paso, el que proviene de
hacerse no-repetidor de un conocimiento dado, sino carne de ese mismo conocimiento,
así pues: "...el que pierda su vida por mí, la salvará."
Aquí esta el verdadero conocimiento de Dios que
Jesús espera que tengamos.
Quien esté disponible para perder la vida por
otro, no sólo debe conocerlo a través de otros, ni sólo a través de lo que él
mismo ha dicho, sino a través del no-conocimiento de poner la propia vida como
prueba de esperanza en el amor por esa persona. Allí en la propia entrega lo
conocerá verdaderamente.
Jesús, se conoce a sí mismo en la propia
entrega ahora, nos conoce a nosotros en la entrega que le pedimos ahora.
Conoce que lo que el Padre ha hecho con Él es
amor verdadero, porque el Padre ha puesto todo en sus manos: "...y
el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó
entonces una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta
toda mi predilección». Lc 3,22.
Cuando pongo mi vida en la dinámica (dinamis = fuerza, energía
activa y propulsora) de la entrega, adquiero el verdadero conocimiento de Dios
(de Jesús), y de lo que significo para Dios (para Jesús).
Quien no sabe el valor de la vida del otro y de
sí mismo en un mismo acto de valoración, no conoce, porque no ama. El que ama
conoce y se sabe conocido por sí mismo.
¿Qué
sabemos de Dios desde esta perspectiva? ¿Qué conocimiento tenemos de los demás
desde esta perspectiva de Jesús?
Cuando pierdo la vida por Jesús, vislumbro lo
que es que Dios mismo, en la persona de Jesús, el Mesías de Dios, la haya
perdido por mi. Por eso necesito imperiosamente perder mi vida por Jesús cada
instante, para que la vida de Jesús sea mi única vida y así mi único y
verdadero conocimiento, no ya con el oído, o con el corazón, sino con la vida
entera.
Deberíamos pensar esto mismo en el conocimiento
en el amor, de los esposos, de los hijos, de los padres, de nuestros hermanos
de comunidad, de lo que dejo vislumbrar a ellos para que me conozcan así.
Cuando la pregunta del gran Pedagogo Jesús,
viene una y otra vez sobre nosotros: "«¿Quién dice la gente que soy
yo?»." Y: "«Pero ustedes, ¿quién dicen que soy
yo?»." Y su respuesta a nuestra respuesta sea: "«El
que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz
cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que
pierda su vida por mí, la salvará." Entonces conoceré como Jesús
se conoce y soy conocido, porque: "«El hijo del hombre, les dijo, debe
sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los
escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día»." Si
acepto esto en el silencio de la oración y tolero dar mi vida en silencio
cuando me es pedida, entonces la veracidad de que Él es el Mesías de Dios y yo
quien lo sigue, es inapelable aún para mi mismo.
El conocimiento de Jesús se resuelve en la
propia entrega, todo lo demás es fatuo...
Cuando no
me puedo entregar como Tú por mi, te desconozco y pierdo mi propio
conocimiento, ya no sabiendo ni quien soy para mí mismo. Es en cada entrega que
aprendo algo de Ti y Tú lo puedes consolidar como verdadero amor y no como mera
idea. Déjame ir aunque sea a tientas por este camino y no me pierda en el
incierto y fallido poseerme y perderme por mí mismo.
Así Tu Palabra y Eucaristía celebrada, cobran
vida en la asimilación de la propia vida.
P. Sergio-Pablo Beliera
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