Homilía 32º Domingo Tiempo Ordinario, Ciclo C, 10 de
noviembre de 2013
Una
primera apreciación deberíamos hacer es, que a Jesús no le gustan las preguntas
hipotéticas, las preguntas que no están fundadas en una experiencia real, las
preguntas sobre supuestos, nuestras fatuas discusiones mentales y entre
nosotros.
Su
vida es adentrarse con nosotros en las cuestiones que verdaderamente son la
médula de nuestra existencia y nuestra experiencia vital.
Habla
la Voz de Dios, callan los pensamientos inútiles de los hombres.
Habla
la Palabra de Dios, callan las falsas palabras nacidas de la controversia y no
de la comunión.
Habla
el que conoce los Pensamientos de Dios y su Voluntad para los hombres, callan
los que no se conocen a sí mismos ni a su destino de Amor y Vida.
Habla
el que es la Voluntad encarnada del Padre de la Vida y callan los portavoces de
la muerte y del olvido.
Habla
el que existía antes de Moisés y que estuvo en la Montaña Santa junto al Padre
y el Espíritu y callan los que no conocen a Moisés y ponen en el palabras
falaces.
Habla
la Verdad y la Vida y calla la mentira y la muerte.
Habla
el Camino y calla el sinsentido.
Habla
el que da la vida por nosotros y nos abre el Paraíso y callan los que no pueden
dar su vida y cierran el Paraíso.
Habla
el que no puede morir y que muere voluntariamente por amor al Padre y a los
hombres, para que la voluntad de Vida del Padre se cumpla y la vida de los
hombres traspase la muerte, y callan los que mueren sin poder darse la vida a
sí mismos.
Hoy
como ayer, muchos quieren callar a la vida eterna, a la resurrección como don
de Dios, y prefieren el cielo en la tierra a su medida y se niegan a una
resurrección definitiva, queriendo prolongar sus existencias en la
reencarnación como un modo de permanecer bajo el control de no partir jamás a
lo definitivo.
Hoy
como ayer a los saduceos, la seducción por la vida en el mundo conocido, nos
ciega respecto del mundo de Dios, del mundo que Dios nos ofrece. En un mundo
que niega el sufrimiento, que lo pospone; en un mundo que su perspectiva es lo
inmediato, lo que ve y palpa y de lo cual se enamora, y que por lo tanto no
esta abierto a percibir la novedad de una vida después de la vida, de una vida
después de la muerte.
Que
otra cosa es pues lo que está en el fondo de nuestro aferrarnos a nosotros
mismos, a nuestros planes, a nuestros modos de pensar, de sentir, de construir
la realidad, sino una ausencia de fe en una resurrección de mi persona, de
nuestras personas, no como una prolongación de los modos conocidos de existir por
nosotros, sino de un modo nuevo, donde no dominan el querer humano, sino el don
de Dios que da la vida y del cual surge y fluye la Vida que nos da vida. Por
eso cesa el matrimonio, cesa la procreación, cesa el trabajo; todo proviene
gratuita y amigablemente de Dios y el hombre lo recibe así y así lo disfruta
por siempre como un regalo de Amor que lo ennoblece y lo consolida en la Vida
de Dios.
Si,
porque para los que creen en Jesús, que lo siguen y lo aman, el anuncio de la
consecuencia directa de vivir como Él vive aquí, es vivir con Él en su estado
definitivo de Resucitado y Ascendido al Cielo, a los brazos del Padre, en una
existencia nueva con la humanidad en la que se ha encarnado. Su vida ha
afectado definitivamente nuestras vidas.
La
expresión usada por Jesús es muy clara, “…los
que son juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no
se casan” y “Ya no
pueden morir, porque son semejantes a los ángeles…”.
Nuestras relaciones humanas quedan profundamente afectadas, liberadas con una
novedad sorprendente, la prolongación de la vida ya no depende de la
procreación y el amor de exclusividad de los esposos es sustituido por un amor
total a cada uno.
El
centro de la existencia del resucitado ya no es el mismo sino Dios mismo
que “no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en
efecto, viven para él”.
Por
lo tanto, no es mi virtud personal la que me da la vida eterna, sino Tu Dios de
los vivientes, que nos las das como gracia, pura gracia, a la cual estamos
llamados insistentemente a ser dóciles, amigables y permeables. Por tu gracia
entra la vida eterna en nosotros y por tu gracia la vida eterna vencerá la
muerte en nosotros. Una por que ya lo has hecho por todos para siempre y otra
porque eso lo quieres una y otra vez para cada uno ya empezando aquí.
La
vida aquí es camino de desprendimiento de un modo de concebir la vida que
conduce a la muerte que no puede traspasar la muerte. Y como Jesús estamos
hechos para con Jesús ir desprendiéndonos de este estilo de vida transitorio
por uno definitivo, centrado en el encuentro con todo Dios, Dios de vivientes,
Dios de los que viven por Él y para Él.
Jesús
ya no predica en el cielo, Jesús ya no hace milagros en el cielo… Jesús en el
cielo vive para su relación de amor con el Padre, que lo ha resucitado, porque
El ha puesto todo en sus manos y vive para estar con los que ya no viven para
sí, sino para Él que vivió, murió y resucito por nosotros. De Él recibimos la
vida a través del Bautismo de vida, de la Palabra de Vida y del Pan de Vida, y
por Él vivimos para dar vida a los que son privados de vida aquí y ahora.
La
fe es la puerta a la resurrección, abramos la Puerta de Vida que es Jesús. La
esperanza el camino que recorremos a la resurrección, transitemos con Jesús la
Resurrección y la Vida este mundo. La caridad es la plenitud de la resurrección,
vivamos hoy en la Caridad de Jesús. “Que
el Señor nos encamine hacia el amor de Dios y nos dé la perseverancia de
Cristo.”
Dios
todopoderoso y rico en misericordia, aleja de nosotros todos los males, para
que, sin impedimentos en el alma y en el cuerpo, cumplamos tu voluntad con
libertad de espíritu.
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