Puede ser
que algunos creyentes cristianos piensen que sólo algunos acontecimientos están
en las manos de Dios, sobre todo los de los creyentes, y que el resto escapan a
la voluntad y acción de Dios.
Hay que
decirlo desde el principio y sin ninguna explicación previa: todos los
acontecimientos por sobre la humanidad, en la humanidad, y por debajo de la
humanidad, están bajo la iniciativa y acción de Dios.
Por decirlo
de otra manera, aún los que no tienen Dios, aún aquellos que están contra Dios,
aún aquellos que son su dios o tienen dioses, todos ellos también están bajo la
luz y el movimiento de Dios.
Ustedes
dirán, pero y la fe, ¿no es el principio necesario para una relación con Dios?
Sí, claro. Pero con fe o sin fe, Dios es Dios y como tal no se ausenta a nada
de lo que existe, le guste o no le guste, su voluntad es estar en su Creación
de principio a fin. Y más aún cuando los acontecimientos se descarrían de
lugar.
Los
gobernantes de ayer y de hoy podrán tener sus propias motivaciones, pero nada
de lo que hacen escapa a la voluntad de Dios que conduce la historia, si a sí
no fuera las cosas se los aseguro serían mucho peores.
Y hoy, más
que nunca, a mayor poder, mayor poder de la ciencia sobre el poder, porque el
mundo se ha vuelto tecnológico, científico y sin esa ciencia no hay poder del
“premiun” que pueda sostenerse.
La ciencia
también está bajo la iniciativa de Dios, aún cuando se cometan los más
aberrantes experimentos e irresponsabilidades, Dios conduce y es Señor de su
Creación y nos permite “jugar a ser creadores”, pero nada podrá sustraerse a su
mandato de producir y dominar la creación para bien de la creación misma.
Por eso
rezar por los que tienen poder, no es una actividad piadosa sino una
responsabilidad de gran altura que no podemos abandonar. Es nuestro modo de
mantenernos en sintonía con el Señor de la Creación y de la Historia y
colaborar con Él para que su benéfica influencia traspase los corazones. Así se
explica la clara afirmación del profeta Isaías de hoy: “Así habla el Señor a su ungido, a Ciro, a quien tomé de la
mano derecha… Por amor a Jacob, mi servidor, y a Israel, mi elegido, yo te
llamé por tu nombre, te di un título insigne, sin que tú me conocieras…
Yo te hice empuñar las armas, sin que tú me conocieras, para que se
conozca, desde el Oriente y el Occidente, que no hay nada fuera de mí. Yo soy
el Señor, y no hay otro.”
Los
cristianos no somos meros pacifistas o ecologistas, sino que hundimos nuestras
raíces en la fe que Un Solo Señor de la Creación y de la Historia se encuentra
presente detrás de cada acontecimiento y que nosotros como Él no podemos
ausentarnos a la Creación y a la Historia para estar con Él no sólo en los
actos de culto, en la privacidad de nuestro corazón, sino en la plaza pública
del acontecer humano.
Si
pensáramos así ya la concepción de una familia y lo que en ella sucede, habría
mucho pero mucho espacio para que las relaciones tan fuertes que la conforman
no se vuelvan refractarias de la Presencia de Dios, autónomas de su Voluntad de
Amor, disponibles a la infinita Bondad y Belleza que Él quiere derramar de
manera continua. Aún en las historias familiares más intrincadas.
Y las
relaciones con el trabajo, con el progreso, con la recreación, con el dinero,
con el bienestar, con las cosas, perdurarían en una vinculación no sólo con
Dios como Autor de todo, sino como Sostenedor y Sustento de todo eso y más,
poniéndonos en un mejor espacio y tiempo de distribución de los tesoros
confiados y de los que desarrollamos y tenemos posibilidades de desarrollar.
“Den al
César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”. Del mundo no es tanto a fin de cuenta y de lo que es nada
podemos integrar a nuestro ser y mucho menos llevarnos después de la muertes.
En vez de Dios es todo, lo suyo se puede asimilar por completo y hacerse uno
con nosotros y nos acompañará aún después de la muerte.
Padre,
concédenos permanecer fieles a tu santa voluntad y servirte con un corazón
sincero.
P. Sergio-Pablo Beliera
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