“…y se lo dijeron de inmediato…” Estas palabras del Evangelio de hoy, captan mi atención. El motivo me
resulta desconocido en el momento, unos segundos después me doy cuenta que
expresa de manera muy sencilla y eficaz la relación que existía entre Jesús y
sus discípulos desde el primer momento. Hay mucha confianza entre ellos.
La relación de inmediatez con Jesús no surge de la mera
urgencia o desamparo, sino de una natural confianza que ha sembrado Jesús desde
el primer encuentro con ellos, con nosotros. Jesús dialoga franca y directamente
son sus discípulos. Los llama personalmente. Se dirige a ellos de forma
espontánea y simple. Los mira a los ojos. Reconoce lo que son y lo que hacen.
Les lanza desafíos que requieren de una gran confianza no sólo del enviado sino
sobre todo del que envía.
El pasado, 2 de febrero el Papa Francisco, ha relacionado
la obediencia con la confianza. No se puede obedecer con miedo. La obediencia
pedida y dada necesita sustentarse en la confianza mutua. Esta confianza es una
interrelación fundada entre unos y otros, por la cual nos hacemos mutuamente
accesibles y cuidados.
Si estamos en relación con Jesús, Él ha confiado en
nosotros y nos ha amado incondicionalmente desde el principio, haciéndose cargo
de sus discípulos tal cual son en todas las circunstancias. Es Jesús el que ha
dado esa inmediatez a sus discípulos para que ellos se la puedan dar a Él
después. Jesús escucha de inmediato, Jesús mira de inmediato, Jesús va
inmediatamente… Esa ausencia de mediación, de distancia, de peros, de
argumentación es imprescindible al comienzo de cualquier relación humana.
Necesitamos experimentar que podemos contar unos con los
otros de inmediato frente a todas nuestras experiencias. Es una gran exigencia,
pero es una gran necesidad, que sólo nos lo puede dar un amor mutuo verdadero.
Eso es lo que ha hecho Jesús, nos ha amado antes de conocernos, nos ha amado
una vez que nos ha conocido, y permanecido amándonos una vez que nos ha
conocido en las buenas y en las malas.
La gente experimenta demasiado frecuentemente lo que hoy
nos transmite Job: “…me han tocado en herencia meses vacíos, me han sido asignadas noches
de dolor…” Eso la pone en una posición extremadamente vulnerable que
puede aumentar su dolor. Pero también nos pone ante una experiencia de
vulnerabilidad que puede ser llenada con presencia, con escucha, con miradas,
con una mano en el hombro, con una mano tomada, con una palabra de aliento, con
una oración en común… Y así, experimentemos de manera muy concreta que este día
y a esta hora nos ha sido asignada una experiencia de amor genuino y gratuito,
inmediato y sencillo.
Cada día hermanos nuestros y nosotros mismos
experimentamos esta conciencia de despojo. Y cada vez nosotros o un hermano
nuestro puede acercarnos un gesto de confianza, de proximidad, de un Dios que
amanece para dar la luz, el consuelo, la compasión y la ternura que puede hacer
a un instante una eternidad, a algo que pasa una experiencia perdurable.
Esto, tiene que ser para nosotros como dice hoy san
Pablo: “…es para mí una necesidad imperiosa…” Una necesidad imperiosa
darme, pero sobre todo dar el Evangelio genuino de la cercanía y de la ternura
de Dios, dejando atrás toda aspereza y cálculo, por una inmediatez palpable que
siembre confianza. Pero debe ser una necesidad imperiosa e insustituible para
mí, debo experimentar la urgencia de dar este Evangelio de la Vida, de la
Alegría, del Gesto… “¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!” con la propia vida,
en todas partes y de todas las formas posibles… “Predicar gratuitamente el
Evangelio… siendo libre, me hice esclavo de todos, para ganar al mayor número
posible. Y me hice débil con los débiles, para ganar a los débiles. Me hice
todo para todos, para ganar por lo menos a algunos, a cualquier precio. Y todo
esto, por amor a la Buena Noticia, a fin de poder participar de sus bienes.”
Hoy, en el Evangelio vemos a Jesús y sus primeros
discípulos desbordar de gestos de inmediatez…
y se lo dijeron de inmediato
le llevaron a todos los enfermos y endemoniados
y la ciudad entera se reunió delante de la puerta
Jesús sanó a muchos enfermos…
y expulsó a muchos demonios
Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó,
salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando.
Simón salió a buscarlo con sus compañeros
“Todos te andan
buscando”.
Él les respondió: “Vayamos a otra parte… porque para eso he
salido”.
Y fue por toda la Galilea, predicando… y expulsando
demonios.
¿Y nosotros que haremos?
“Padre, ya que tu Hijo Amado ha proclamado: “felices los
afligidos, porque serán consolados. Felices los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados”, cuida a tu familia con incansable bondad, y, ya que
sólo en ti ha puesto su esperanza, defiéndela siempre con tu protección.”
P. Sergio-Pablo Beliera
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