domingo, 8 de febrero de 2015

Homilía 5º Domingo TO, Ciclo B, 8 de febrero de 2015

 “…y se lo dijeron de inmediato…” Estas palabras del Evangelio de hoy, captan mi atención. El motivo me resulta desconocido en el momento, unos segundos después me doy cuenta que expresa de manera muy sencilla y eficaz la relación que existía entre Jesús y sus discípulos desde el primer momento. Hay mucha confianza entre ellos.
La relación de inmediatez con Jesús no surge de la mera urgencia o desamparo, sino de una natural confianza que ha sembrado Jesús desde el primer encuentro con ellos, con nosotros. Jesús dialoga franca y directamente son sus discípulos. Los llama personalmente. Se dirige a ellos de forma espontánea y simple. Los mira a los ojos. Reconoce lo que son y lo que hacen. Les lanza desafíos que requieren de una gran confianza no sólo del enviado sino sobre todo del que envía.
El pasado, 2 de febrero el Papa Francisco, ha relacionado la obediencia con la confianza. No se puede obedecer con miedo. La obediencia pedida y dada necesita sustentarse en la confianza mutua. Esta confianza es una interrelación fundada entre unos y otros, por la cual nos hacemos mutuamente accesibles y cuidados.
Si estamos en relación con Jesús, Él ha confiado en nosotros y nos ha amado incondicionalmente desde el principio, haciéndose cargo de sus discípulos tal cual son en todas las circunstancias. Es Jesús el que ha dado esa inmediatez a sus discípulos para que ellos se la puedan dar a Él después. Jesús escucha de inmediato, Jesús mira de inmediato, Jesús va inmediatamente… Esa ausencia de mediación, de distancia, de peros, de argumentación es imprescindible al comienzo de cualquier relación humana.
Necesitamos experimentar que podemos contar unos con los otros de inmediato frente a todas nuestras experiencias. Es una gran exigencia, pero es una gran necesidad, que sólo nos lo puede dar un amor mutuo verdadero. Eso es lo que ha hecho Jesús, nos ha amado antes de conocernos, nos ha amado una vez que nos ha conocido, y permanecido amándonos una vez que nos ha conocido en las buenas y en las malas.
La gente experimenta demasiado frecuentemente lo que hoy nos transmite Job: “…me han tocado en herencia meses vacíos, me han sido asignadas noches de dolor…” Eso la pone en una posición extremadamente vulnerable que puede aumentar su dolor. Pero también nos pone ante una experiencia de vulnerabilidad que puede ser llenada con presencia, con escucha, con miradas, con una mano en el hombro, con una mano tomada, con una palabra de aliento, con una oración en común… Y así, experimentemos de manera muy concreta que este día y a esta hora nos ha sido asignada una experiencia de amor genuino y gratuito, inmediato y sencillo.
Cada día hermanos nuestros y nosotros mismos experimentamos esta conciencia de despojo. Y cada vez nosotros o un hermano nuestro puede acercarnos un gesto de confianza, de proximidad, de un Dios que amanece para dar la luz, el consuelo, la compasión y la ternura que puede hacer a un instante una eternidad, a algo que pasa una experiencia perdurable.
Esto, tiene que ser para nosotros como dice hoy san Pablo: “…es para mí una necesidad imperiosa…” Una necesidad imperiosa darme, pero sobre todo dar el Evangelio genuino de la cercanía y de la ternura de Dios, dejando atrás toda aspereza y cálculo, por una inmediatez palpable que siembre confianza. Pero debe ser una necesidad imperiosa e insustituible para mí, debo experimentar la urgencia de dar este Evangelio de la Vida, de la Alegría, del Gesto… “¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!” con la propia vida, en todas partes y de todas las formas posibles… “Predicar gratuitamente el Evangelio… siendo libre, me hice esclavo de todos, para ganar al mayor número posible. Y me hice débil con los débiles, para ganar a los débiles. Me hice todo para todos, para ganar por lo menos a algunos, a cualquier precio. Y todo esto, por amor a la Buena Noticia, a fin de poder participar de sus bienes.”
Hoy, en el Evangelio vemos a Jesús y sus primeros discípulos desbordar de gestos de inmediatez…
y se lo dijeron de inmediato
le llevaron a todos los enfermos y endemoniados
y la ciudad entera se reunió delante de la puerta
Jesús sanó a muchos enfermos… y expulsó a muchos demonios
Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando.
Simón salió a buscarlo con sus compañeros
 “Todos te andan buscando”.
Él les respondió: “Vayamos a otra parte… porque para eso he salido”.
Y fue por toda la Galilea, predicando… y expulsando demonios.

¿Y nosotros que haremos?

“Padre, ya que tu Hijo Amado ha proclamado: “felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados”, cuida a tu familia con incansable bondad, y, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza, defiéndela siempre con tu protección.”


P. Sergio-Pablo Beliera

No hay comentarios:

Publicar un comentario

"Solo lo que construye merece ser dicho y escrito"