domingo, 31 de mayo de 2015

Homilía Solemnidad de la Santísima Trinidad, Ciclo B, 31 de mayo de 2015

La experiencia de Jesús, supera cualquier mente brillante, cualquier sistema, cualquier concepción cerrada al asombro, al deslumbramiento.
Se nos ha dado la posibilidad de contemplar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, y recorrer su Presencia entre nosotros, como a niños a los que se les considera libres de correr por toda la casa, pero no de hacer ningún bandalismo con lo que no nos pertenece. Disfrutar si, romper algo para hacerlo nuestro no.
El hombre siempre quiere extrañamente llevarse a Dios en el bolsillo de su cabeza, de su corazón o de su saco… No, no es posible… Podemos acercarnos, abrazarlo, sentarnos en su falda, tocar su cabello, mirarlo a los ojos, jugar con sus manos… No podemos sentarlo sobre nuestras piernas y decirle lo que tiene o no que hacer, ni atarle una correa y pretender correr con Él atado…
Él nos invita a caminar, nosotros no debemos marcarle el ritmo del paso, porque esa marcha Él la hará de tal modo que podamos hacerla con Él. Él nos ha puesto en un jardín, pero noostros no podemos tomar lo que allí existe y ordenarlo a nuestro gusto y placer como si fueramos diseñadores de parques divinos.
Hasta podemos ser como Él, pero no ser sin Él, o sustituirlo a Él. Además, ¿para qué? Nada de lo que existe compite con el resto, todo es maravillosamente complementario, todo suma en la Creación, nada resta. Sólo los seres humanos somos capaces de concebir apuntarnos con un arma unos a otros diciendo o vos o yo. Es facinante ese dilema de Tris y Cuatro en Divergente, sólo ellos se plantean un nosotros, Tu y Yo… Opuestos complementarios y Oblativos.
En la difundida Games of Thrones -y en otras tantas-, todos son opuestos a anular, todas son conspiraciones, todo es corrupción, la vida es cruel, el que ama bien muere, el que ama mal sobrevive… esta no es la Vida de Dios.
Por el contrario, todo en la Vida de Dios es difusivo, expansivo, generoso: “…Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. Ir y dar, agrandar la familia, ampliar la mesa.
El hacer de Dios nos resulta fundamental para conocer su ser que no vemos. Hoy volvemos a tener que respondernos estas preguntas esenciales:
“¿Qué pueblo oyó la voz de Dios que hablaba desde el fuego, como la oíste tú, y pudo sobrevivir?”
“¿O qué dios intentó venir a tomar para sí una nación de en medio de otra, con milagros, signos y prodigios, combatiendo con mano poderosa y brazo fuerte, y realizando tremendas hazañas, como el Señor, tu Dios, lo hizo por ti en Egipto, ante tus mismos ojos?”
Nosotros debemos dar la respuesta.
La beata Isabel de la Trinidad decía: “Mis Tres”. Allí está la respuesta, allí el misterio se devela porque nos dejamos envolver por el y entramos en la intimidad de Dios tal cual Él a querido ponerla ante nuestros oídos y nuestros ojos. Como una relación que lo crea todo y todo lo consume dándole nueva vida. Un Amor que me incumbe, que me involucra, en el que cuento, del que soy parte… Sí, digamos también nosotros “Mis Tres”…
“Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es Dios –allá arriba, en el cielo, y aquí abajo, en la tierra– y no hay otro. Observa los preceptos y los mandamientos que hoy te prescribo. Así serás feliz, tú y tus hijos después de ti…” “Mis Tres”… “…en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” Dios es poesía, Dios es música, Dios es belleza, Dios es Amor Oblativo, por eso quiero vivir según “Mis Tres”… “…en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”…
Sólo así se superan los odios, las venganzas, los celos, la brutalidad, la oposición, y se alcanza la paz de “Mis Tres”… “…en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”…
Todos llevamos inscrito ese Nombre en nuestras almas y según ese Nombre de Fuego y Vida podemos ensancharnos y expendirnos como una humanidad supletoria para ser como Jesús hijos del Padre y dadores del Espíritu al dejarnos conducir por Él.
Que María la Mujer y Madre, que se hizo y vivió según este misterio, como hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y esposa de Dios Espíritu Santo, no anime a proclamar vivir según “Mis Tres”… “…en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”…


P. Sergio-Pablo Beliera

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