QUE
EL ALMA SE EJERCITE EN LA ORACIÓN CONSTANTE
San
Buenaventura, de la "Vida perfecta para religiosas"
A
quien eligió a Cristo por esposo y desea adelantar en espíritu, le es en gran
manera necesario que ejercite su alma en constantes prácticas de oración y en
devociones; porque, a la verdad, el religioso indevoto y tibio, que no
frecuenta asiduamente la oración, no sólo es miserable e inútil, sino que
delante de Dios lleva un alma muerta dentro de un cuerpo vivo.
Y
tiene tanto poder la devota oración, que sirve para todo, y en todo tiempo
puede el hombre ganar por medio de su ejercicio: en invierno y en verano, en
tiempo sereno y de lluvias, de noche y de día, en días festivos y feriales, en
enfermedad y en salud, en la juventud y en la ancianidad, estando de pie,
sentado y caminando, en el coro y fuera del coro; aún más: a veces se gana más
orando una hora que todo lo que pueda valer el mundo, porque con una pequeña
oración devota gana el hombre el reino de los cielos.
Tres
cosas te son necesarias para la perfecta oración.
La
primera es que, cuando estuvieres puesta en oración, entonces, con levantado
ánimo y corazón, cerrados todos los sentidos, debes sin ruido pensar con
corazón dolorido y contrito en todas tus miserias, a saber, las presentes, las
pasadas y las futuras.
Lo
segundo que es necesario en la oración a la esposa de Dios es la acción de
gracias, esto es, que con toda humildad dé gracias a Dios su Creador, por los
beneficios de él recibidos ya y de los que ha de recibir en adelante. Pues nada
hay que haga al hombre más digno de las gracias del Señor como el
manifestársele siempre reconocido y darle gracias por los dones recibidos.
Lo
tercero que necesariamente se requiere para la perfecta oración es que tu alma
en la oración no piense más que en esto solo: que estás orando. Puesto que es
muy indecoroso que uno hable con Dios con la boca, y el corazón esté pensando
en otras cosas; que medio corazón se dirija al cielo y el otro medio se quede
en la tierra.
No
te engañes, no te decepciones, no pierdas el gran fruto de tu oración, no
pierdas la suavidad, no vayas a frustrar la dulzura que debes sacar de la
oración. Pues la oración es un vaso, con el cual se saca la gracia del Espíritu
Santo de la fuente que mana de la Santísima Trinidad. Cuando estás en oración,
debes recogerte toda en ti misma, y entrar con tu amado en el aposento de tu
corazón, y permanecer allí sola con él solo, y olvidarte de todas las cosas
exteriores, y levantarte sobre ti con todo el corazón, con toda el alma, con
todo el afecto, con todo el deseo, con toda la devoción. Y no debes aflojar el
espíritu de la oración, sino, por largo tiempo, subir hacia arriba por medio
del ardor de la devoción, hasta que entres en el lugar del tabernáculo
admirable, a la casa de Dios.
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