domingo, 1 de noviembre de 2015

Homilía Solemnidad de Todos los Santos, Ciclo B ,1 de Noviembre de 2015


¿Quiénes son los santos?
“¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente.”
Es la primer respuesta que debemos acoger.
“Los santos” es la denominación habitual para designar a los que seguimos por el camino a Jesús, el Santo de Dios.
Todos nosotros estamos incluidos en la santidad, porque los santos son en primer lugar los que han sido hecho hijos del Padre. Es en las aguas del Bautismo donde todos hemos sido santificados por el Santo. La virtud de la santidad nos viene dada gratuitamente e incondicionalmente antes que nosotros hagamos algo para merecerlo, de las manos del Padre. Así es Dios.
Nadie, bajo ninguna condición puede sentirse excluido de vivir y alcanzar la santidad, porque ella ya está inserta en lo más profundo de nuestro ser, y desplegarla es el mayor acto de libertad y consecuencia que podemos experimentar, porque como humanos, como creaturas de Dios, superamos esa condición al aceptar y abrazar la condición de hijos de Dios por el don inestimable de su Bondad y Generosidad.
Está en nosotros tomar contacto con nuestra alma donde reside esa santidad, aprender su leguaje y manifestaciones, y ejercitar nuestra alma en conducir a toda nuestra persona en el camino de la santidad.
¿Somos conscientes de la santidad que se nos ha donado y vive en nosotros?
¿Tomo contacto con mi alma y me educo en aprender de su lenguaje y manifestaciones?
¿Dónde esa santidad está buscando desplegarse en nuestra vida de cada día?

¿Quiénes son los santos?
Es la pregunta que todos nos hacemos:
“¿Quiénes son y de dónde vienen los que están revestidos de túnicas blancas?” “Estos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero”.
Santidad de luchadores, de sufridos, de arriesgados, de consecuentes, de soñadores de ojos abiertos:
Pobres de espíritu
Pacíficos,
Mansos,
Puros,
Misericordiosos,
Afligidos,
Perseguidos,
Justos,
Sufrientes…
Todos estos “Felices” de Jesús, todos ellos son una ‘banda de perdedores’ para este mundo de promocionados exitosos, excéntricos, adaptados, aventajados, capaces, ídolos, revelaciones, estrellas, famosos, etc.
Jesús ha logrado hacer la lista más amplia e inclusiva de “Felices” que haya existido. Todos ellos no buscan una recompensa para sí, sino manifestar su amor incondicional al Dios que de modo incondicional ama y nos ha abierto las puestas del Cielo con su propia sangre derramada.
Nacidos de la Cruz, se han hecho cruz con el crucificado. No temen a la adversidad sino que sacan extraordinario provecho de ella, pero no para manifestar la magnificencia del hombre que no pude ser vencido por ninguna adversidad, sino para identificarse con Jesús Crucificado que se ha manifestado débil, frágil y manso frente a los más crueles tormentos de la indiferencia, del agravio, del olvido, del desprecio, del desamor y de la tortura.
Esta multitud de santos que hoy celebramos son nuestro modelo a escala humana de un seguimiento en la santidad de Jesús. Ellos han superado la adversidad. ¿Cómo?
La adversidad asumida con Jesús y al estilo de Jesús forja el alma, y el alma forjada sale fortalecida según las fuerzas de las que vive que es la santidad que Dios ha puesto en ella, y esa alma tomará el control de nuestro pensamiento liberándolo de toda deformación, y de nuestra voluntad dejando de ser nuestra para volverse voluntad de Dios y de nuestro cuerpo sacándolo de toda manifestación egoísta y desplegando toda su generosidad.
¿Nos estamos sumando a esta multitud de santos contraculturales, multiculturales, plurisociales, intergeneracionales?
¿Porqué no tomar el riesgo para el que se nos ha dado la vida?

¿Quiénes son esos santos?
“Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. El que tiene esta esperanza en él, se purifica, así como él es puro.”
“Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo.”
Esos que están por manifestarse somos nosotros, esos que faltan manifestarse somos nosotros. Y Él que se manifestará en nosotros será Jesús el Hijo Amado transfigurándonos a cada uno de nosotros en hijos amados.
Es ese Jesús a causa de quien debemos vivir toda contradicción, no es a causa de nuestro pecado, sino a causa de elevarnos hasta su santidad como nos podremos alegrar y regocijar en medio de la adversidad.
Es Él en nosotros quien purificará nuestra voluntad y la voluntad de los demás en un sincero “hágase tu voluntad”, la Voluntad del Padre, que cada día pedimos en el Padre nuestro. Sólo así alcanzaremos la pureza de una alma libre de conducirnos por el camino que lleva al Cielo nuestro destino final:
“a ellos les pertenece el Reino de los Cielos”
“porque verán a Dios”
“porque serán llamados hijos de Dios”
“porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo”

Al Reino de los cielos pertenecemos están en la tierra, porque el Cielo es nuestro destino final en donde habita el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.


P. Sergio-Pablo Beliera

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