domingo, 1 de abril de 2012

HOMILÍA DOMINGO DE RAMOS DE LA PASIÓN DEL SEÑOR, CICLO B, 1 DE ABRIL DE 2012


HOMILÍA Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, CICLO B, 1 DE ABRIL DE 2012
“El Señor lo necesita y lo va a devolver en seguida”. Como pocos Jesús, sabe de lo efímero de ciertos acontecimientos, de lo efímero de ciertas manifestaciones, de lo efímero de ciertos pensamientos y convicciones. Hay un no se que hace que las cosas se nos escurran entre las dedos y no podamos contenerlas en nosotros, como si nuestras frágiles manos manifestaran la inconsistencia de ciertas actitudes fundamentales de la existencia humana. Ese “lo devolveré en seguida” golpea mi conciencia de lo efímero de la gloria humana.
Pero lejos de cualquier actitud de desprecio ante semejante panorama, Jesús insiste en la necesidad del gesto, en la necesidad del acontecimiento, en la necesidad de llevarlo a cabo. Esa necesidad es doble:
- por un lado para que Dios pueda manifestar en nosotros lo que nosotros no podemos sostener por nosotros mismos. Es por eso que la aclamación surge de niños entusiastas, que en su pureza y fragilidad, dejan salir de sus labios palabras que la falsa prudencia de los adultos no podría. Y el contagio de unos a otros los lleva a alfombrar el camino por el que pasa Jesús, como si él no debiera pisar la tierra para no ensuciarse los pies. Ya llegará la hora de que lo veamos totalmente ensangrentado, hundiendo su rostro contra la loza de las calles de Jerusalén;
- por otro lado necesitamos decir lo que nuestra conciencia no alcanza a percibir pero que necesitamos manifestar para poder volver sobre esa experiencia en los momentos difíciles para sostenernos sobre lo que pudimos a pesar de nosotros decirle y aclamar a Dios, y en los momentos de gozo para recordarnos que alguna que otra vez hemos olvidado, lo que necesitábamos tener siempre presente, y que a pesar de nosotros mismos Dios a podido movernos a un sí.
Así vamos haciéndonos uno con los sentimientos de Jesús, expresados en las palabras del profeta: “El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento.” Cuando experimento que no puedo, es el Señor quien está a mi alcance y me da, lo que por mi mismo no puedo alcanzar: “una lengua de discípulo”. Aprendo, no por mis fuerzas sino por la acción de Dios en mí, -que no queda indiferente frente a mis impotencias- y desde ahí mismo quiere hacerme uno que “sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento” sincero, ya que yo he experimentado ese consuelo frente a mis propias frustraciones. Somos discípulos a los que le ha sido entregado el examen con las respuestas y la aprobación por anticipado.
Cuando de tarde o de noche recorro las calles de Olivos, veo familias enteras con esos enormes carros recogiendo y transportando cartones, veo sus cansancios, su frustración frente al hambre y la sed, frente al peso de una larga y agotadora jornada, que se reiterará en pocas horas más. Esos rostros sin entrada y sin salida. Y pienso en esta llamada ineludible a ser un creyente que “sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento”… Cuando los niños están en las calles frente a nuestros autos tratando de ganar nuestra atención que les de una moneda de aliento, no veo solo la frustración de ellos, sino la nuestra como semejantes y como creyentes, como sociedad. Y aún más la de Dios por no poder verme aún convencido de que debo ser alguien que “sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento”. A ese Jesús que tengo enfrente.
Pero, frente a estas experiencias me siento llamado con ustedes a unirme a la convicción de Jesús, frente a lo inconsistente y decir: “…sé muy bien que no seré defraudado.” Porque el mismo Señor que me permite con ustedes ver este fragmento del todo, me hace ver que Él puede cambiarme y darme con Jesús su convicción de ir hasta el final y dar la vida y esperar su respuesta. No, no me defrauda el Dios que me devuelve la memoria y impulsa junto con ustedes a no quedarnos en este fragmento de la historia sino a ir hasta el final.
Porque si el Hijo Amado del Padre tuvo el coraje, como dice el apóstol: “Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz…” hacía ahí mismo nos encaminamos movidos por la urgente esperanza que nos susurra el ánimo de no perder el ánimo poniendo nuestra mirada solo en nosotros y en nuestra contingencia. Es la esperanza de un camino cierto que recibió la respuesta del Padre, la que nos anima a entrar de cuerpo y alma completo en esta Semana Santa. Que es semana porque en ella el Padre del Principio recreará en Jesús su obra y más asombrosa aún, día a día seguiremos a Jesús dejándose destruir por las manos asesinas de los hombres y dejándose crear por las manos de vida del Padre. Y santa, porque en la historia humana deja de ser para siempre historia separada de Dios y es en Jesús historia de una humanidad santificada por la entrega radical e inconveniente, del Hijo Amado del Padre.
Frente a una humanidad que aún le reprocha a Jesús: “¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos!”. Nos encaminamos hoy a ser parte de un puñado de empecinados creyentes que nos aferramos con Jesús, a la promesa de Dios que se cumple en la Pascua de Jesús dentro de siete días, para hacerse en nosotros cada siete días memoria de una humanidad que ya no estará sola nunca más.

P. Sergio Pablo Beliera

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