martes, 1 de enero de 2013

Homilía Misa de Gallo Natividad del Señor, Ciclo C, 24 de diciembre de 2012


Homilía Misa de Gallo Natividad del Señor, Ciclo C, 24 de diciembre de 2012
Un nuevo y definitivo centro aparece en la historia de la humanidad. Ese centro es una Luz que proviene de la Comunión entre Dios y el hombre. Ese centro es un Hijo primogénito que proviene de la Comunión entre Dios y el hombre. Ese centro es un Niño nacido, envuelto en pañales y recostado en un pesebre ajeno, que proviene de la Comunión entre Dios y el hombre.
Los centros en la Historia de la humanidad se han desplazado infinidad de veces en las luchas por el poder. Centros que no han sido más que etapas en el camino. Centros desplazados una y otra vez que nos han traído bienes y males. Centros desplazados que nos han traído avances y retrocesos. Pero siempre centros llamados a no serlo más desde el inicio.
Hoy, en esta Noche la Luz que nos ilumina y se ha posado sobre nosotros para conducirnos definitivamente hasta el final de la Historia, es Jesús Promesa y Cumplimiento del Padre. Él como Hijo único del Padre encarnado en el seno virginal de María ha nacido como Hijo primogénito. Y como Hijo Único y primogénito ya no será reemplazado. Él es el centro de la Historia y su punto más alto.
Hoy, celebramos que nos ha nacido el “Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz”, que anhelamos desde el principio. Lo sorprendente, lo que nos maravilla y llena de asombro en esta Noche, es que el Centro y la Plenitud de los tiempos nazca como un Niño.
“María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque donde se alojaban no había lugar para ellos.” Nacer, ser dado a luz es una experiencia deseada por Dios para reencontrarse con el hombre. Nacer, ser dado a luz es una experiencia vivida por el hijo primogénito para ofrecernos la Comunión que no podemos darnos por nosotros mismos. Nacer, ser dado a luz es la experiencia que el Espíritu mueve para alabar la Comunión que nos es regalada.
Jesús nace. Y ha vivido el proceso que el Creador ha impreso a la naturaleza humana: ha sido engendrado, se ha desarrollado en el vientre virginal de María. Ha esperado como cualquier niño nueve meses de gestación. Y ha nacido, ha sido dado a luz. Nacer es para Jesús, como para todo hombre una experiencia de salir del vientre materno para conocer la luz. Salido del vientre virginal de María, Jesús que es la Luz, ha sido dado a luz, ha sido alumbrado para ser nuestra Luz plena y definitiva.
Se nace de una vez y para siempre, pero solo Jesús ha nacido de una vez y para siempre como: “El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia…” Él es la Luz que surge del vientre de María, que ve la Luz que nos ilumina y llena de gozo por siempre y para siempre, por los siglos de los siglos.
Como nacido Jesús conoce la ternura y el cuidado de ser envuelto en pañales y ser recostado en un pesebre. Él que es la Ternura y el Cuidado que necesitamos los recibe abiertamente, no solo para sí sino como signo para todos los hombres. Impotente, dependiente, sujeto a la ternura de María y a los cuidados de José, Jesús nace. Y nace sin lugar propio, o dicho de otro modo, dispuesto a hacer de un lugar que le es dado un lugar propio para ser recostado y recibir calor y descanso. Jesús ha nacido y se ha dejado cuidar como un niño indefenso que nunca tomará su defensa
Jesús nace para manifestarse, para darse a conocer: “La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado”.
El creyente, como los pastores, debe hacer también la experiencia de ver nacer a Hijo Único de Dios, Jesús, para entrar ellos mismos en la experiencia de la Comunión que nos es ofrecida y nos sorprende. Contemplar al recién nacido Jesús ha sido para los pastores y debe serlo para nosotros hoy, una experiencia de gozo y de alabanza, modelo de nacimiento en la carne y el la fe. Modelo de dejarnos envolver en los pañales de la ternura de Dios que cubre nuestra desnudez y fragilidad con los cuidados de su Amor. Modelo de la experiencia creyente de ser recostado en la pobreza y sencillez de los medios humanos con los que Dios mismo está dispuesto a darnos calor y abrigo, descanso.

P. Sergio Pablo Beliera

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