Homilía Misa Vespertina Navidad (Mt 1, 1-17), Ciclo C, 24
de diciembre de 2012
En los tiempos que corren no pocos se han
interesado por la genealogía familiar. Conocer nuestros orígenes, saber de
dónde y de quienes provenimos. Que ha sucedido en nuestra historia antes de
nosotros. Quienes y que han hecho los que nos han presidido en la vida. Que
tenemos de ellos ya que transmitiremos a los demás. Noble inquietud.
En estas fiestas solemos recordar a quienes ya
no están entre nosotros porque han partidos. Nos sabemos agradecidos de
haberlos tenido como parte de nuestra historia y vida. Han sido y serán
importantes en nuestra historia. Lo que nos dieron lo llevamos en el corazón y
en la sangre.
Pero, la pregunta es evidente e inevitable: ¿cuantos de nosotros o quienes de nosotros
se han interesado en considerar su origen en la intervención de Dios en la
historia?
Acabamos de proclamar: “Genealogía de Jesucristo, hijo
de David, hijo de Abraham...” Esto es Jesús, hijo primogénito de María,
es heredero de la promesa hecha a David y a Abraham: una alianza eterna de
paternidad y descendencia. Una historia comenzada por Dios que nunca acabará.
Hoy Jesús nace como heredero de la Historia de
Dios, todo conduce a Él. Jesús es el culmen de la Historia. De una historia que
ha comenzado Dios, no el hombre. De la cual el hombre es participe necesario,
pero no es origen.
Con Jesús hoy somos historia de Dios, historia
hecha por Dios, con sus vaivenes, pero siempre historia de Dios. Hoy con Jesús
celebramos nuestro origen en Dios, en al decisión libre de Dios de ser nuestro
Padre, garantía de nuestra existencia.
Con Jesús, la humanidad entra en su estadio
definitivo de ser hijos de Dios. Tenemos un Padre providente que se ocupa de
nuestra historia. No sismos azar, sino voluntad amorosa del Padre. Como Jesús
es voluntad amorosa del Padre, nosotros somos voluntad amorosa del Padre,
existimos con Jesús como hijos amados y existimos por Jesús como hijos amados
del Padre que nos ha creado en la Historia. Con sus complejos entramados pero
nunca lejos del alcance del Padre.
La humanidad vive el drama de la despartir
alineación de su Historia y por lo tanto del origen sagrado de su historia, de
su provenir de Dios y por lo tanto ser sostenida por Dios y conducirnos hasta
Dios como el origen y la existencia de Jesús.
Hoy con Jesús celebramos la condición de hijos
amados del Padre introducidos en la historia para vivir una experiencia de amor
en la que el Padre es origen y meta. Celebramos
una existencia conducida por el Hijo amado del Padre, Jesús, plenitud de la
Historia y creador de Historia con nosotros. Nacemos con Jesús a una concepción
de la vida y de la relaciones con Dios donde el hombre camina junto a su Dios,
en la presencia de su Dios, en la Comunión con su Dios.
Estamos llamados con Jesús a experimentarnos
herederos de Dios, nacidos de Dios, para vivir en Dios y encontrar nuestra
plenitud en Dios.
P. Sergio Pablo Beliera
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