Hemos comenzado esta Cuaresma desde las cenizas, para
dejarnos rehacer y ponernos a hacer desde las cenizas una vida nueva. Queremos
renacer desde las cenizas de lo que vivimos a una novedad de vida. Es un volver
al principio dejando atrás todo lo que no nos es propio y se nos ha adeherido
innecesariamente. Nos animamos a quemar todo lo vivido pasándolo por el fuego
purificador del Espíritu. Queremos vivir esta renovación, esta purificación,
que nos lleva a la Pascua.
Viviendo estos cuarenta días nos lanzaremos a vivir la
Semana Santa y los cincuenta días del tiempo pascual. Así comenzaré con las
fuerzas del Espíritu un año de vida nueva, entonces sí será un buen año, porque
Dios habrá obrado en mí y yo con Él. Así será un año guiado por Dios, porque
fue engendrado por Dios en mí, y no dependerá tanto de las circunstancias
exteriores adversas o beneficiosas, sino de la novedad de Dios en mí, en
nosotros.
Jesús ingresa hoy en la espesura de sus tres años de vida
pública impulsado por el Espíritu. “El Espíritu llevó a Jesús al desierto…”
No va cuarenta días al desierto por autoproposición. Nos cuestiona esto desde
el inicio, ya que nosotros los hombres de este tiempo, vamos en la vida con el
“yo” adelante, yo esto, yo aquello, porque yo tal cosa… y así mucho yo delante
de todo. ¿Es así como nos propone Dios
iniciar la vida, una etapa, un tiempo, una expeirencia, un camino, un desafío,
un día? Hay que cuidarse de que no se nos pegue tanto el yo que termine
desdibujándosenos la vida, porque voy yo delante y no Él impulsándome,
guiándome a lo inhóspito. ¿Quién quiere
entrar a lo inhóspito? Esa sería la primer pregunta de este Domingo de
Cuaresma. ¿Quién se anima a entrar a lo
inhóspito de esta Cuaresma como Jesús?
Hoy Jesús entra en lo inhóspito del impulso del Espíritu
que lo conduce sin saber Él más que que Él lo conduce y que Él lo impulsa. A lo
ihnóspito del desierto donde la naturaleza despojada no nos distrae sino que
nos concentra. A los inhóspito de la tentación de Satanás que solitario busca
su compañía. A lo inhóspito de la compañía de las fieras salvajes, no
domesticadas. A lo inhóspito de dejarse servir por los ángeles de Dios que le
hacen de compañía pero que también lo sirven. Jesús, pues así, entra en lo
inhóspito acompañando, no está solo. No es una situación desoladora,
angustiante. Todo lo contrario.
Jesús como Noé es el único, el inocente frente a una
humanidad que hay que exterminar para empezar casi de cero porque se ha vuelto
contra Dios. Y así como Dios lo mira a Noé y dice con este hombre bueno puedo
empezar de nuevo, el Padre mira a Jesús y con su inocencia empieza de nuevo una
nueva y definitiva creación en la que todo lo creado puede convivir en una
nueva relación donde el mal no tiene el dominio, sino la amistad con Dios,
donde nos volvemos a dejar servir por Dios y no intentamos ser autosuficientes,
autónomos de Él y su obra.
También Noé estaba ante un paisaje inhóspito al entrar en
el arca y quedar sólo rodeado de agua. ¿Qué
podía surgir de hay, en esas condiciones? Todo se había perdido y sólo
quedaba lo que él había cragado en el arca, ¿cómo
iba a comenzar de nuevo con tan poco y en condiciones tan adversas? Fuego,
Hielo, Agua, han sido los instrumentos purificadores de una naturaleza que
después de esa experiencia comienza de nuevo, es la fuerza de la vida que se
abre paso a pesar de todo, porque Dios puso esa fuerza de la vida implícita en
todo.
Estamos radicalmente solos en este mundo, sí, debemos
aceptarlo… ¿Qué experimento cuando
escucho esto? ¿Qué entiendo, que se mueve en mí, adonde me ha llevado esa
expresión? Es muy importante tenerlo en cuenta, porque habla mucho de dónde
estamos situados verdaderamente. Lo que se propone no es una visión pesimista,
sartriana, nihilista, angustiante, no… ¿Porqué
escucho, descifro o decodifico un mensaje como este así como lo he hecho al
instante de serme propuesto?
“El Espíritu llevó a Jesús al desierto, donde fue tentado
por Satanás durante cuarenta días. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo
servían.” Jesús está radiclamente sólo en el mundo
frente a Dios, de cara a Dios, pero acompañado. Como Noé que está acompañado
por otros siete y los animales que ha recogido de cada especie, pero está
radicalmente sólo frente a Dios, es a él y sólo a él a quien se le ha confiado
la misión de empezar de nuevo, Dios lo mira a él.
¿Qué es este estar solos
frente a Dios, ante Dios? Es muy importante que en
esta Cuaresma nosotros nos demos cuenta que estamos frente a Dios, de cara a
Dios, y que vivimos de cara a Dios, y no de cara a fulano, a mengano, a
sultano, a la agenda económica, a la agenda social, a la agenda afectiva, a la
agenda médica, etc…. Soy como Jesús uno que debe hacerse inocente. Y eso ha
hecho el Bautismo en nosotros. Porque, “Todo esto es figura del bautismo… que es el
compromiso con Dios de una conciencia pura…” Por el Agua y el Espíritu
nos hacemos inocentes, es la vida nueva surgida del vientre de la Trinidad. Esa
vida inocente está en mí, esa conciencia pura está en nosotros.
Satanás esta ahí presente tentando a Jesús, ese es su
único motivo, llevarse a la oscuridad la luz que hay en Jesús, la vida de
Jesús, pero el sólo puede tentarlo, no dominarlo. Y lo que decimos de Jesús lo
decimos de nosotros porque esa ha sido la obra de Jesús en nosotros, vencerlo y
no permitirle que nos domine, sólo puede estar presente pero no puede ser
protagonista. Satanás siempre querrá llevarnos a la sospecha, a la duda, a la
desconfianza, a la incógnita radical. Nosotros sólo somos compatibles con Dios
porque fuimos hechos de su Bondad.
En vez Dios está solo con nosotros para reafirmanos en
nuestra bondad radical. Tenemos que estar pues, sólo con Dios, para sacarnos
todo el andamiage de encima, de todo lo que se nos va pegando a lo largo de la
vida, del estar pendiente de tal o cual persona, tal o cual cosa, tal o cual
forma, etc…. Así este estar radicalmente sólo ante Dios es para que este pueda
extraer nuestra bondad. Para esto tenemos que quedarnos sólo con Dios, para
descubrir una bondad mayor que la que he conocido hasta ahora. ¿Soy lo que se ve en el espejo, en la mirada
de los otros, o en el espejo de Dios, en la retina de Dios? Nuestro espejo
es su mirada que ve la bondad profunda y arraigada en mí más allá de todo.
Frente a Dios estoy radicalmente con lo que soy, no con
lo que tengo, porque frente a Dios no tengo nada, por más que tenga posesiones,
en Dios estamos desnudos porque tenemos todo Dios, que es más que todo,
teniendo a Dios tenemos todo.
Esto es la cercanía del Reino de Dios, que no es como los
de este mundo que son caducos. La cercanía del reino es el poder del Espíritu
conduciéndome, guiándome a la experiencia de la Bondad de Dios y de la bondad
que Él ha puesto en mí y que ningún vicio puedo borrar. Por eso más allá que
dejar vicios y pecados estamos llamados a extraer bondades, a instalar bondades
en nosotros. Si el hombre no es bueno, ¿que
puede hacer Dios con nosotros?
La Palabra, la Eucaristía, que estamos celebrando y nos
alimenta, vienen a nosotros para extraer esa bondad radical que está en nosotros
y que Él quiere extraer de nuestro paraiso interior.
Es así como renovamos la Alianza, que ahora en la
Cuaresma vamos a cotejar en que estado está y vamos a poner en valor, a punto,
en lo alto y en lo profundo.
Esta es la radical y Buena Noticia. Persiste Dios en su
intención en que nos ha hecho en su Bondad, en su amistad con nosotros porque
Él no está enemistados con nosotros.
P. Sergio-Pablo Beliera
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