Es tan cierto
que Dios conduce la historia humana que los acontecimientos contradictorios
vienen a confirmarlo. Muchas veces, de diversas maneras, las desiciones de los
hombres parecen llevar la delantera y la orientación de la historia de miles y
millones de hombres, por lo tanto también de la nuestra, y nos sentimos
despojados. Pero de pronto la calma, la docilidad, la disponibilidad, la
paciencia y la indeclinable orientación a Dios de algunos hombres, hacen que
esos acontecimientos contradictorios vengan a terminar contribuyendo a lo que
no estaban destiandos a contribuir.
En la historia
de Jesús, María y José, es un censo el acontecimiento que destinado a la
reorganización administrativa de un imperio y la consolidación de un emperador,
va a hacer posible que el Hijo de Dios nazca en la ciudad de David y, a la vez
en condiciones que lo pongan lejos de la mirada y la atención de los otros,
para permancer desapercibido a los planes humanos y sus expectativas, y
solamente visible y perceptible a los disponibles a la sorpresa de Dios, a su
anuncio, a su convocatoria.
En la Argentina,
como ente social, vacía de voluntad, de esfuerzo, de tolerancia, de paciente
siembra y germinación, es un niño que vivia en la calle, el que ordena y
direcciona la atención y los valores en semejante desconcierto cotidiano en el
que viven muchos, y lo hace por terminar en tiempo y forma su escuela primaria,
un niño “lleno de celo en la práctica del bien” de la propia educación.
Y es un hombre pobre del interior con una familia a cuestas, el que sin apoyos
extras, sin influencias, con su sólo empeño el que logra poner las cosas en su
lugar, terminando su carrera de ingeniero. Las soluciones a semejante tensión y
su consavido desorden y cansancio en el que vivimos, vienen desde donde no
teníamos puesta la mirada y el interés. De golpe con estos dos ejemplos
palpables, espiertan y se enrolan a miles en la fila de los que se llenan “de
celo en la práctica del bien.”
Y entonces la
adversidad y la convicción, vienen a ser extraordinarias aliadas para que
salgamos del enredo de la comodidad y las explicaciones infinitas. Luz y
acción, son capaces de demoler el enredo de justificaciones que nos maldicen
cada día. Porque nos hace mucho mal comprar lo que no necesitamos y no podemos
pagar. ¡Vivan las ilusiones, abajo los ilusionismos!
En el corazón de
esta Navidad, arde la posibilidad de estar “lleno de celo en la práctica del bien.”
El corazón del Padre Dios está lleno hasta revalsar por este celo por el bien,
por lo que es bueno y hace bien, de manera inclaudiclable, apasionada y
silenciosamente. Y encuenra su compañero en el Hijo, que se apasiona por ese
bien hasta hacerse uno de nosotros.
“El pueblo que caminaba en las
tinieblas, de sus obtinaciones, cegueras y intereses
mezquinos, ha visto una gran luz, en
un Dios que se manifiesta en los pobres con ideales intactos; sobre
los que habitaban en el país de la oscuridad, del consumismo, de la vanidad y la mentira, ha brillado una luz, de un Dios que se manifiesta en los humildes
que no buscan la comodidad, el camino fácil, o la imposición.”
Hay una parte de
los guiones de los pesebres vivientes de Navidad, que nos han hecho mucho mal,
es esa parte en la que José y María golpean puertas de gente que no los reciben
y ellos se van apesadumbrados al pesebre. Nada más lejos de la realidad, que
poner en el corazón de la Navidad de José y María pesadumbre y amargura, resignación
y un sesgo de reproche silenciado. La verdad del texto original es implacable y
una gran enseñanaza: “…María dio a luz a su Hijo primogénito, lo
envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque donde se alojaban no
había lugar para ellos.” Simplemente no había lugar en el hospedaje
para dar a luz, y nada mejor que un pesebre donde se goza del calor de los
animales, que han sido la calefacción de los pobres por siglos.
José y María en
esta Navidad nos devuelven el corazón libre para vivir la adversidad y seguir
haciendo la historia de Dios según Dios y no según los hombres.
En la Navidad
del Hijo de Dios, los hijos de Dios, tomamos nuestras oportunidades, amenazas,
fortalezas y debilidades, para ir hacia delante en la historia. Donde la sosobra
y la convicción convivan amigablemente, sin destruirse la una a la otra para ir
por el plan de Dios. Donde la adversidad y la oportunidad no nos tiñan de la
ideología del derrotismo o el exitismo.
La Navidad nos
muestra la vida sin ambigüedades, en la desición de un Dios y sus amigos, por
ir en la vida levantándose en medio de la noche, para ver primero que nadie el
amanecer de un nuevo día por descubrir, por aprender, por vivir con lo que se
es y se tiene.
La Navidad es un
día en que las fuerzas de Dios y las de los hombres confluyen, para que en
medio de la vida misma, sea un tiempo y un lugar “para vivir en la vida presente
con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza y la
manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y salvador, Cristo Jesús.”
En Navidad Dios
no nos pide soluciones, se hace la solución, la resolución.
En Navidad Dios
no nos pide que estemos bien, se hace nuestro Bien, no impulsa a hacer el bien.
En Navidad Dios
no nos pide que estemos satisfechos, se hace nuestra satisfacción y saciedad
gratuita.
“¡Canten al Señor un canto
nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su
nombre!
¡Gloria a Dios en las alturas,
y en la tierra paz a los hombres amados por él!”.
¡Que tengamos
una Feliz Navidad de la ejemplaridad del Hijo de Dios y sus amigos!
P. Sergio-Pablo Beliera
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