domingo, 17 de abril de 2011

HOMILÍA DOMINGO DE RAMOS, CICLO A, 17 DE ABRIL DE 2011


HOMILÍA DOMINGO DE RAMOS, CICLO A, 17 DE ABRIL DE 2011

“¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” proclamamos en este día.
Proclamamos que somos benditos porque el Padre nos ha visitado con su presencia en la persona de “Jesús de Nazaret en Galilea”.
Nosotros los hombres y mujeres de cada tiempo de la historia, somos benditos por el solo hecho de recibir en nosotros la visita de Dios. Todo Dios se abaja hasta nosotros para regalarnos con su visita, con su presencia, con sus palabras, con sus gestos, con sus signos de amor. ¡Asombro sobre asombro los hombres somos visitados por el mismo Dios!.
Jesús, no viene en nombre propio, no viene por sí mismo, sino que viene en nombre del Señor, viene con toda la presencia del Dios presente desde la Creación hasta el final de los tiempos. No es una visita unipersonal, sino la visita de todo Dios, como Padre, como Hijo y como Espíritu Santo. Toda la intimidad de Dios irrumpiendo en nuestra intimidad, adentrándose en nuestra propia ciudad, en esta Jerusalén frágil y amada.
Esa es la visita bendita que el hombre y la mujer de este tiempo necesita y que Jesús está dispuesto a plasmar con su entrega total. Nadie es feliz si no se experimenta visitado por Dios, que Dios todo viene a el por el mismo.
Conscientes de la necesidad de esa visita, de ese ser buscado y encontrado por Dios en la persona de Jesús, no podemos dejar de preguntarnos con toda la humanidad: “¿Quién es este?” que viene de esta manera, en esta persona, con estas palabras y con estos gestos tan diferentes de nuestras expectativas y a la vez tan cercanos a nuestras verdaderas necesidades…
Preguntarnos por la persona de Jesús, es hoy, la respuesta de fe más importante e insustituible para ser un creyente de verdad, un verdadero hombre y mujer que hace la experiencia del Dios hecho carne, que acompaña nuestro paso con pleno conocimiento de quienes somos y hacia donde vamos. Quien no se pregunta por la persona misma de Jesús, para dejar que el nos devele su anchura y profundidad, está lejos de recibir una respuesta sobre si mismo y mucho menos sobre Dios y su sentido en nuestra existencia y, de la nuestra en la suya y en el mundo. Quien no se anima a preguntarle al mismo Jesús quien es, no lo sabrá nunca. No necesitamos lanzar la pregunta al viento, sino dirigírsela directamente a Él, para que Él mismo nos la conteste desde el silencio y desde sus gestos y palabras únicas en la contemplación y en la acción.
Entrar en Jerusalén con Jesús cantando y celebrando su paso por nuestras personas, por nuestra ciudad, por nuestra familia, por nuestra comunidad, por nuestra cultura, es recibir su bendición, esto es, una existencia constante llena de su presencia y toda ella modelada a su manera de ser hasta poder decir ¡Verdaderamente, éste -Jesús, el profeta de Nazaret en Galilea- era Hijo de Dios!” Porque hemos visto la presencia de Dios y a Dios mismo en un hombre todo hecho por el Espíritu Santo según la voluntad del Padre, podemos decir que sabemos algo de Dios y algo de nosotros.
Si podemos decir “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” a mi vida y a nuestras vidas, todo Dios a entrado de lleno para consumar su obra en nosotros como lo hace en Jesús, el profeta de Nazaret en Galilea.

+ Sobre la lectura de la Pasión:
- Es el único texto en la liturgia de la Semana Santa que se repite y se proclama por entero.
- Es el único texto que la liturgia prevé que se proclame de forma coral, cronista (los hechos), Cristo (sus palabras) y pueblo (la voz de los distintos personajes). Y tiene forma de drama, que relata un drama.
- El texto, tiene cuatro versiones, según los cuatro evangelistas, con distintos matices que enriquecen la mirada sobre un mismo acontecimiento.
- Por lo cual la Iglesia nos invita a considerar como el texto central de toda la Semana Santa para nuestra espiritualidad pascual.

P. Sergio Pablo Beliera

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