Estamos de vigilia, despiertos en medio de la noche. Es
que nuestro corazón está encendido como este Fuego Nuevo que abre esta liturgia
de oración en vigilia. “¡Noche verdaderamente dichosa, en la que el
cielo se une con la tierra y lo divino con lo humano!”, hemos cantado
en el Pregón Pascual.
Es noche vigilia, de espera dichosa en medio de la
incertidumbre, pues como las mujeres: “Pasado el sábado, María Magdalena,
María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo
de Jesús.” Tenemos la Luz de este Cirio Pascual, la Luz de la
Palabra, la Luz de nuestro Bautismo, la Luz de la Eucaristía Pan del
Resucitado.
Y hemos cantado con esperanza al Padre que ama la Vida: “En esta noche de gracia, recibe, Padre santo, el
sacrificio vespertino de alabanza que la santa Iglesia te presenta por medio de
sus ministros, en la solemne ofrenda de este cirio, hecho con cera de abejas.” No ofrecemos a Dios algo artificial o artificioso, sino
aquello que es fruto de la naturaleza, hecho cirio por nuestras manos creyentes
y esperanzadas.
“Por eso, te rogamos, Señor, que este cirio consagrado en
honor de tu Nombre, continúe ardiendo para disipar la oscuridad de esta noche…
Que lo encuentre encendido el lucero de la mañana, aquel lucero que no tiene
ocaso: Jesucristo, tu Hijo, que resucitado de entre los muertos brilla sereno
para el género humano, y vive y reina por los siglos de los siglos.” Este es nuestro deseo más profundo, el Fuego Nuevo que surge de las
profundidades de nuestro ser cristianos en medio de la noche.
El cristiano es un hombre de vigilia, que se pone a
preparar antes de acostarse lo que espera recibir mañana. Nosotros somos
vigilia y nos hacemos vigilia, ese fue el último mandamiento de Jesús: “Velen”.
Y aquí estamos velando lo que esperamos.
Lo que se espera se prepara. Y aún más cuando lo que se
espera se ama. Y en la dignidad de esta espera se manifiesta la dimensión de nuestro
amor por el Señor Jesús que nos ha amado hasta el extremo de la muerte y el
descenso a los infiernos.
Y no esperamos como meros ilusionados de algo que no
conocemos, sino conscientes que tenemos una historia en la que Dios siempre ha
estamos como Dios de Vida, como Dios de la Vida. Donde no ha dejado que la
última palabra la tenga la muerte.
Una vez más nos conduce una Columna de Fuego en medio de
la espera, y nos dejamos guiar por ella, porque no vemos lo que creemos, no
vemos lo que esperamos, con los ojos sensoriales sino con los ojos del alma.
Esos ojos que a veces son poco apreciados, poco consideramos, poco tenidos en
cuenta, pero que son los ojos más humanos que tenemos y a la vez los ojos más
divinos. A veces logramos trasparentar esa mirada de los ojos del alma que cree
y espera, y nuestros ojos que los demás pueden ver, irradian esa luminosidad
interior. ¡Qué bella que son esas miradas, como logran encender los corazones
de quienes la contemplan!
¿Hay Fuego Nuevo de
esperanza en mi corazón esta noche?
¿Esta despierto mi
corazón para estar en vigilia?
¿Tengo la esperanza
puesta en que mañana?
Mañana seremos desconcertados por el Misterio de la Fe, Jesús ha
Resucitado, nos ha sorprendido con algo que no podemos concebir, pero sin lo
cual no podemos vivir. Mañana veremos colmada esta tenue luz de la fe en medio
de la noche. Mañana veremos colmada esta luz interior de la esperanza que nos
guía hacia Jesús Resucitado.
Hemos recibido en Luz de un Fuego Nuevo que debe encender otros fuegos
nuevos en los corazones de tantas vidas apagadas. Hemos recibido la Luz de la
Palabra que ilumina los acontecimientos que nos superan a diario.
Nos disponemos a renovar el Agua Pura que ha regado nuestro huerto interior
haciendo de nuestra tierra reseca un jardín. Agua de Vida en las que hemos sido
sumergidos como muertos y de las que hemos emergido como vivos en Jesucristo
Resucitado. “Por el bautismo fuimos sepultados con él
en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre,
también nosotros llevemos una Vida nueva. Porque si nos hemos identificado con
Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él
en la resurrección.”
Nos disponemos a celebrar la Eucaristía del Pan de Vida, el Pan Vivo bajado
del cielo, Pan del Resucitado que se nos sirve en la mesa de la Iglesia cada
día. Porque vivimos de la Vida de Jesucristo como Él vive de la Vida del Padre.
“Cristo, nuestra pascua, ha sido inmolado. Celebremos,
entonces, esta fiesta con los panes sin levadura de la pureza y la verdad,
aleluya.”
Por eso hermanos, “Alégrense” y alegren es mundo de
vidas tristes con la Caridad de Jesús Resucitado.
“Alégrense” en medio de esta noche de vigilia.
“Alégrense” para que lo que está dormido en nosotros se despierte,
como Jesús se despertó del sepulcro antes que salga el sol.
“No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha
resucitado, no está aquí.” Afuera nos espera poner a la luz del
día nuestra esperanza en medio de los desesperanzados.
“Señor, envía tu Espíritu y renueva toda la
tierra.”
P. Sergio-Pablo Beliera
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