jueves, 22 de enero de 2015

Meditación de Mc 3,7-12

El Evangelio de hoy, Mc 3,7-12.
Tu Señor atraes a todos hacia ti, todos acuden a ti, vienen de todas partes y cada uno con diversas dolencias, nadie queda sin tu atención, todos reciben tu compasión. ¡Qué precioso es ver este espectáculo de amor compasivo! Donde todas las ovejas heridas encuentran su pastor y médico, o la medicina en su pastor.
Todos te andan buscando, pero no sólo eso, todos te encuentran porque tu señor los andabas buscando a ellos y los has encontrado por ti amor paciente, porqués todos quieren cobijarse a la sombra de tus alas.
Es la experiencia que encuentro cuando todos se postran en tu presencia inminente en la consagración, cuando todos expectantes se rinden de amor ante la Maravilla de ti venida subido a la pequeña barca del pan y del vino, un sencillo soporte de la presencia del Dios amor que todo lo transforma para que todos se transformen a tu imagen y semejanza. No más dispersión porque tu nos congregas con tu presencia eucarística, milagro de amor tan infinito.
Todos te alaban en un gran amén, cuando eres ofrecido al Padre como la única ofrenda agradable que tenemos para El y para nosotros, por El con El y en El a ti Dios Padre en la unidad del espíritu Santo, todo honor y toda Gloria por los siglos de los siglos, Amén.
Y llegados a la invitación a la comunión en tu mesa, tu que eres el Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, nos sentimos felices y dichosos, Bienaventurados por estar invitados a tu banquete de amor, y gritamos a una sola voz, Señor no soy digno de que entres en mi casa pero una palabra Tia bastara para sacarme. Allí, como en el Evangelio de hoy acudimos todos a ser curados por tu Cuerpo y tu Sangre, conscientes que eres la Palabra hecha carne fuente de Vida, por quien vivimos.
Por eso te adoramos Señor, porque en ti está la fuente de la vida y tu Luz nos hace ver la luz. Porque, a quien iremos si sólo tu Señor tienes palabras de Vida eterna entregada por nosotros. Señor no permitas que me aparte de ti.

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