martes, 20 de enero de 2015

Meditación Mc 2, 23-28

En el Evangelio de hoy, Mc 2, 23-28, se nos habla de un trigo que podemos tomar a pesar de ser sábado, de unos panes consagrados que podemos comer a pesar que eran sólo para los sacerdotes del templo...
Jesús a permitido a sus discípulos tomar las espigas de trigo con libertad para saciar su hambre real. Jesús es el heredero legítimo de David que puede tomar el pan consagrado y darlo a los suyos que tienen hambre.
Es Jesús el verdadero "Pan de Vida" dado a los discípulos para que se alimenten y ya no tengan hambre. Ese "Pan de Vida" nos fue dado en el día del descanso, porque ya el discípulo lo recibe gratuitamente, no tiene que esforzarse por conseguirlo porqué es El mismo quien nos lo da porque ese "Pan de Vida" es El mismo.
Sólo alimentados por Él podemos descansar. Alimentados por Él podemos descansar en Él. Su darse a nosotros nos descansa porque ya no tenemos que trabajar por el pan porque El nos los da cotidianamente. Es El quien nos ha dicho "vengan a mi los cansados y encontrarán descanso", alivio... Nuestro corazón puede descansar en esta promesa surgida del Corazón de Jesús.
Así alimentados, podemos contemplar esa saciedad que sólo Él puede darnos. Descansamos contemplando y contemplando descansamos en Él. Saciados descansamos y contemplados a quien nos sacia. 
¿Puede haber mayor descanso? 
¿Puede haber mayor contemplación? 
¿Puede haber mayor saciedad? 
¿Puede haber mayor libertad de tomar lo que verdaderamente necesitamos? 
¿Puede haber un descanso hecho para el hombre mayor que el que nos da el Hombre que se da a sí mismo como alimento porqué Él se alimenta de la voluntad del Padre?
Jesús descanso el sábado en la tumba para que nosotros descansamos ahora en su resurrección y nos alimentemos de su "Pan de Vida", Pan del Resucitado, Pan de resucitados. Y ahora descansa junto al Padre, y desde ese descanso nos descansa cuando nos alimentamos y contemplamos el Pan de Vida.
Sólo así alimentados y descansando en la contemplación de el que nos sacia somos lo que la voluntad del Padre ha preparado para nosotros y nos da cada día. No abandonemos este descanso verdadero. 
Sólo así podemos practicar la verdadera pobreza de tener sólo a Dios, alimentarnos de Dios, estar satisfechos por Dios, y descansar en Dios. Esa es la pobreza que necesitamos alimentar cada día y en la que podemos entrar con toda libertad. Gocémonos en esta libertad de ser pobres porque sólo tenemos como mandamiento y alimento a Dios y el amor a Él y su voluntad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

"Solo lo que construye merece ser dicho y escrito"